jueves, 31 de marzo de 2011

Valor vs precio

Empezaré con una pregunta que puede parecer absurda, pero te aseguro que no lo es. Imagina dos personas, tú y otro como tú, con 10€ cada uno. ¿Qué prefieres, robar o que te roben?
Estoy seguro de la respuesta de la mayoría, pero... voy a darte otra oportunidad, porque la pregunta tiene truco. ¿Estás seguro de tu elección? Piensa bien en lo que ganas o pierdes en cada caso.
Tercera y última oportunidad. ¿Mejor robar o ser robado?

Ya has tenido tiempo de reflexionar, así que vamos a las conclusiones:

¿Cuántos de los que han respondido prefieren perder la honradez antes que 10€? Sí, eso es lo que has demostrado si contestaste que es mejor robar: que tu honradez vale menos de 10€. No sé cuántos habrán sido, ni lo sabremos, pero intuyo que más de lo que sería deseable. El sentir general de la sociedad es que es más tonta la víctima, y más listo el ladrón, y esto es por una sencilla pero demoledora razón: se da más valor al dinero que a la honradez, y aquí está la auténtica raiz de la corrupción. Voy más allá, algunos dan más valor al dinero que a cualquier otra cosa. Valor y precio no son lo mismo, aunque a algunos les cueste ver la diferencia.

¿Cómo llegamos a este punto? ¿Cómo llegamos a pensar que el valor de una persona se mide por sus posesiones? Por supuesto influyen muchos factores, que van desde la todopoderosa publicidad a la a veces abyecta política, pero me centraré en la educación, que muy probablemente sea lo que más influye y lo que más está en nuestra mano corregir.

Hay niños que casi no ven a sus padres porque trabajan más horas de las necesarias. No hablo de los casos en los que esto es imprescindible, sino de aquellos cuya meta es tener un coche de más de 35.000€, un plasma de más de un metro, y un iPhone en el bolsillo. Pues bien, esos niños ya están recibiendo su primera lección: el dinero es más importante para sus padres que ellos mismos. Y aquí es cuando se empieza a poner precio a todo.

Algunas familias inculcan a sus hijos que un arquitecto es más respetable que un jardinero, o un ejecutivo (sea lo que sea eso) más importante que un fontanero. Y así es como reciben la segunda lección: no elijas el trabajo que más te guste, sino el que más prestigio y/o dinero te dé. Y así tenemos clasistas.

En los colegios no se suele fomentar el interés por el conocimiento, sino la necesidad de aprobar exámenes. Hay excepciones, por supuesto, pero normalmente la percepción que tiene un niño no es "qué bien, que he aprendido algo que no sabía y me interesa", sino "esto tendré que recordarlo para luego ponerlo en el examen". Y aquí tenemos la tercera lección: lo importante es la meta, da igual cómo llegues a ella. Y así obtenemos gente que valora el conseguir lo máximo posible con el mínimo esfuerzo necesario.

Muchos padres dan a sus hijos todo lo que pueden. Me refiero a cosas materiales, por supuesto, consiguiendo así que no conozcan el valor real de las cosas, aunque sí su precio. Aprenden que se pueden conseguir cosas sin esfuerzo, y sobre todo crecen sin ninguna tolerancia a la frustración.

Hay familias en las que se permite que los malos comportamientos queden sin consecuencias, y aquí es cuando aprenden la más peligrosa lección: es posible actuar mal y quedar impune. Esa sensación de poder es una buena incitación a la tiranía. Algunos de ellos serán los que maltraten a sus compañeros en clase, y disfrutarán de su sufrimiento porque eso reafirma su poder. Puede que lo peor sea que con la legislación actual, también quedará reafirmada su impunidad.

Así es como obtenemos el resultado actual. Jóvenes que no quieren estudiar, sino obtener títulos. Gente que no quiere trabajar, sino ganar dinero. Personas que admiran a los que ganan mucho con poco esfuerzo (o incluso con malas artes), y se ríen de aquellos que se esfuerzan para sobrevivir. Ciudadanos a los que no importa nada lo que suceda en el resto del mundo mientras puedan lucir ropa de marca.

¿Y tú? ¿Sabes reconocer el valor de las cosas? ¿O sólo te importa su precio?

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