sábado, 30 de julio de 2011

La caída del guerrero

Las cosas no siempre salen como uno quiere. Eso lo aprendimos hace mucho tiempo. Todos.

Algunos golpes son muy duros, otros más leves, pero todos hemos caído alguna vez, todos nos hemos vuelto a levantar, y no diré que siempre sin secuelas.

Pero no hablaré hoy sobre la recuperación, sino sobre el proceso de caída cuando ésta se ve venir desde lejos.

Hay gente cobarde que se rinde a la primera. Caerán sin luchar. Nunca reconocerán haberse rendido, nunca reconocerán su parte de culpa, irán de víctimas por la vida y sólo obtendrán indiferencia, cuando no desprecio.

Hay gente que quiere luchar, pero no sabe cómo, que quisiera salir y no sabe por dónde, que busca puertas pero no se atreve a abrirlas. Caerán arrepintiéndose más de lo que nunca intentaron que de los errores cometidos. Nunca eliminarán de su cabeza la eterna pregunta: ¿qué habría pasado si...?

Hay por último gente con inteligencia, valentía y determinación. Sabe lo que tiene que hacer y lo hace, luchando hasta las últimas consecuencias. Arriesgan todo en el intento, incluso sabiendo que no pueden ganar. Caerán, quizás más estrepitosamente que el resto, pero con la categoría que les da el haber hecho todo lo que estuvo en su mano, con la tranquilidad que les da el no haber arrojado nunca la toalla.

Al final todos habrán sufrido, pero algunos habrán demostrado (aunque sólo sea a sí mismos) su clase, y otros todo lo contrario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario