martes, 5 de abril de 2011

Sobre cosas Intangibles

Es muy tarde, estás cansado y hace frío. La tele está encendida, pero ya nadie le hace caso. Te irías a la cama, pero está tan lejos... Unos minutos después, tal vez demasiados, al fin consigues reunir las pocas fuerzas que te quedan, y te vas a la cama.

Es ese momento en el que ya casi nada importa, y decidido a rendirte al sueño apoyas tu cabeza en la almohada abandonándote en busca del merecido descanso.

Pero es entonces cuando ocurre. Basta un leve roce en la espalda de una piel que no es la tuya, y de pronto te ves atrapado. Una incontenible fuerza te atrae hacia donde segundos antes ni te hubieras planteado. No luchas, sabes que no puedes evitarlo... y no te importa.

De pronto el cansancio no está, el sueño se ha ido, y el frío desaparece. El proceso se ha invertido, ahora tu pulso aumenta y tus sentidos, más despiertos que nunca, te sobrecogen con sensaciones que no por conocidas dejan de parecer siempre nuevas. Cada segundo es más intenso que el anterior. Tus ojos disfrutan de las vistas más bonitas que jamás haya visto ser humano, mientras tus oídos reaccionan ante el suave y a la vez intenso sonido de la respiración ajena.

Sientes que tu mundo vuelve a llenarse de las cosas que el día te había robado, y sabes que lo tienes todo, porque nada más importa.

Entonces vuelve el cansancio, el frío vuelve a hacerse notar y el sueño sale de su escondite. Todo es como al principio, pero nada es igual que antes.

Si te sientes identificado, considérate afortunado, porque hay gente que nunca ha sentido ni sentirá nada igual.

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