lunes, 9 de mayo de 2011

La frontera

Tal como he comentado en anteriores ocasiones, nadie es completamente objetivo al analizar cualquier situación. Es parte de nuestra naturaleza el valorar las cosas en función de las ideas previas que pueblan nuestro cerebro.

Generalmente somos conscientes de ello, y en mayor o menor medida aceptamos que no podemos tener razón en todo... ni estar del todo equivocados.

Hasta ahí lo "normal". Pero hay veces en que la subjetividad sobrepasa cierto límite y pasa a convertirse en fanatismo. Cabría plantearse dónde está el límite, qué determina donde está esa frontera. ¿Qué diferencia a un fan de un fanático?

Un fan considera a su grupo (político, religioso o simplemente deportivo) mejor que los demás, pero reconoce aunque sea parcialmente los defectos de su grupo y las virtudes del resto. Un fanático no reconoce ninguna  virtud en grupos ajenos, y por supuesto ni reconoce ni permite críticas al grupo propio, hasta el punto de negarte tu derecho a criticarlo.

Cualquier grupo tiene virtudes y defectos. Si alguien no reconoce ninguno en el suyo, ni si quiera los más evidentes, no lo dudes: estás ante un fanático. Precisamente por lo mismo, si alguien no reconoce ninguna virtud en grupos ajenos, de nuevo estás ante un fanático.

Cualquier grupo es susceptible de ser criticado. Si alguien no permite críticas al suyo, no lo dudes: estás ante un fanático.

Si has llegado hasta aquí, tranquilo, estás exento de fanatismo. O al menos en proceso de evitarlo. Un fanático nunca leería este texto completo. Ni éste ni ninguno que pudiera llevarle la contraria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario